El Mesozoico
Un nuevo dominio geológico de edad cretácica sustituye al hercínico descrito en la parte anterior de este Post, en tránsito hacia el Terciario, y en el que el recorrido propuesto se adentra brevemente junto a Soto del Real, o más francamente, en Torrelaguna.
Estos depósitos solamente son visibles en pequeñas franjas adosadas al bloque hercínico, rápidamente ocultas bajo los depósitos terciarios y cuaternarios de la Cuenca del Tajo. A lo largo de toda la región, el Cretácico es muy homogéneo en cuanto a la naturaleza y disposición de sus capas, siendo especialmente ilustrativa la serie que puede observarse en los afloramientos que se encuentran en la bajada desde El Berrueco, junto a Torrelaguna, y en donde ya hace más de un siglo y medio Casiano del Prado estudiaba la geología de la provincia de Madrid.
Foto 1: Dolomías cenomanenses en la bajada a Torrelaguna, desde El Berrueco, dispuestas en bancos de buzamiento SO.
Estos depósitos solamente son visibles en pequeñas franjas adosadas al bloque hercínico, rápidamente ocultas bajo los depósitos terciarios y cuaternarios de la Cuenca del Tajo. A lo largo de toda la región, el Cretácico es muy homogéneo en cuanto a la naturaleza y disposición de sus capas, siendo especialmente ilustrativa la serie que puede observarse en los afloramientos que se encuentran en la bajada desde El Berrueco, junto a Torrelaguna, y en donde ya hace más de un siglo y medio Casiano del Prado estudiaba la geología de la provincia de Madrid.
Foto 1: Dolomías cenomanenses en la bajada a Torrelaguna, desde El Berrueco, dispuestas en bancos de buzamiento SO.
Progresivamente se identifica una base detrítica continental, arenosa y arcillosa, de escasa potencia, la cual equivale a la formación Utrillas albense, discordante sobre pizarras muy verticalizadas de edad Ordovícico. Sigue una serie marina alternante de margas y dolomías cenomanenses, en disposición monoclinal, con una potencia importante. Se trata de calizas margosas, muy tableadas, dolomías brechoides y dolomías micríticas y cristalinas, en bancos potentes.
Al noroeste de Torrelaguna, el pequeño valle del arroyo San Vicente conjuga un singular interés morfoestructural, en el que las capas de dolomías cretácicas, replegadas en sinclinal y anticlinal por el cabalgamiento alpídico de los gneises glandulares, se encuentran verticalizadas, resaltando con notable contraste sus niveles más duros en el relieve.
Al noroeste de Torrelaguna, el pequeño valle del arroyo San Vicente conjuga un singular interés morfoestructural, en el que las capas de dolomías cretácicas, replegadas en sinclinal y anticlinal por el cabalgamiento alpídico de los gneises glandulares, se encuentran verticalizadas, resaltando con notable contraste sus niveles más duros en el relieve.
Foto 2: Costillar de dolomías y margas alternantes, en el valle del arroyo San Vicente, en Torrelaguna.
La Cuenca de Madrid
Pertenecientes a la Cuenca del Tajo, los terrenos pasan a estar integrados por sedimentos de edad terciaria y cuaternaria, a partir del contacto rectilíneo, discordante tanto sobre el substrato hercínico como sobre el mesozoico, que extendiéndose por delante de la Sierra de Guadarrama pasa por las localidades de El Molar y Tres Cantos. A diferencia del Neógeno, muy extenso, el Paleógeno solamente tiene notable representación en el amplio valle que se extiende entre Venturada y Torrelaguna, limitado al sur por el macizo gneisico de San Pedro.
La unidad cenozoica se inicia con los depósitos detríticos oligocenos de génesis endorreica, alimentada por abanicos aluviales del borde de la cuenca, con característicos conglomerados de cantos polimícticos, a veces de considerable tamaño, más o menos rodados y empastados en tierras arcillosas rojas cementadas, muy visibles en los desmontes de la autovía N-I frente al pueblo de Venturada.
La unidad cenozoica se inicia con los depósitos detríticos oligocenos de génesis endorreica, alimentada por abanicos aluviales del borde de la cuenca, con característicos conglomerados de cantos polimícticos, a veces de considerable tamaño, más o menos rodados y empastados en tierras arcillosas rojas cementadas, muy visibles en los desmontes de la autovía N-I frente al pueblo de Venturada.
Foto 3: Testigo de la facies de conglomerados paleógenos. Canto de gneis en matriz terrosa rojiza. Venturada.
Los depósitos neógenos, arcósicos, igualmente generados en ambientes sedimentarios de abanicos aluviales surcados por una red divagante de canales de alta energía, ocupan la extensa llanura al pie del Sistema Central y son a su vez discordantes sobre el Paleógeno. Su peculiar granulometría en la que los niveles más groseros progradan sobre los más finos refleja un aumento en la energía de deposición del medio, a medida que se levantaba la Sierra de Guadarrama. Al tiempo, en los momentos de desbordamiento, se producía la sedimentación de limos y arcillas.
La llanura miocena ocupa una parte importante del recorrido, enlazando las elevaciones montañosas con la Fosa del Tajo. Desde su arranque, marcado por una ruptura de las pendientes, hasta las estribaciones urbanas de Madrid, configura un paisaje alomado y cerealista, degradado por la incisión fluvial.
Foto 4: Arcosas miocenas en un talud en San Agustín de Guadalix. El depósito de arenas, con algunas gravas, muestra laminación cruzada.
A algunos de los cursos fluviales, los más importantes, se le asocian diversos depósitos cuaternarios fluviales: terrazas, aluvial, los cuales alcanzan cierta entidad.
Otros depósitos cuaternarios a lo largo del itinerario son los que generan los modelados gravitacionales: glacis, conos de deyección, pequeñas cubetas endorreicas y, sobre todo cerca ya de la ciudad, rellenos y vertidos antrópicos.
Foto 5: Río Guadalix junto a Santo Domingo.
Foto 6: Talud excavado en un cono de deyección cuaternario, con bloques polimícticos y matriz arenosa. El Molar.
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