lunes, 28 de diciembre de 2015

Del Jarama al Sorbe


Recuerdo que a mediados de los ochenta, las sierras, los páramos y los campos de Guadalajara que yo recorría con mi pequeña Vespa “primavera”, unas veces solo, otras en buena compañía, eran auténticos despoblados en los que no como ahora, solamente era posible cobijarse que no acomodarse, bajo alguna ruina unas veces, bajo algún buen árbol otras, o en alguna covacha las demás.

Eran tierras solitarias, tanto los días laborables -que no de labor, porque allí ya no laboraba casi nadie-, como los fines de semana o las fiestas de guardar. Tan solitarias que a lo más, durante el día se veía algún pastor en el campo…o al cabo del día, se encontraba uno con alguien de atardecida, en las pocas casas habitadas de cualquier pueblo… 


No viene ahora al caso rememorar tantos parajes, pueblos, ríos, bosques o singularidades geológicas ni faunísticas como descubrí en aquellos años; Lindes de Guadalajara con Segovia, con Soria, con Cuenca…; Unos pocos nombres si acaso: Somolinos y su laguna, la Sierra de Pela, la de Alto Rey o la del Ocejón, rincones perdidos entre Sigüenza y Atienza, Condemios, Villacadima, Umbralejos… Lugares en los que aún se escondían las esquivas águilas reales, las casi desaparecidas perdiceras y los cada vez más escasos alimoches, halcones, búhos…

Ese desamparo que sobrecogía a la caída de la tarde, cuando el campo queda mudo, las sombras se alargan y uno queda consigo mismo, con el canto del cárabo y la brisa en la hojas, preguntándose donde le esperan para sentir que no está solo, es ahora una profusión de turismo de fin de semana, de alojamientos rurales, de voces y motores… y las casas, las cuadras y las tenadas de los pueblos entonces abandonados abren ahora sus restauradas puertas al menos dos de cada siete días… 

Pues entre todos estos parajes, no hace mucho volví a visitar, ya con familia, el espacio que dista entre el curso medio-alto del Jarama y el del Sorbe, a su vez afluente del Jarama tras verter sus aguas al Henares…; Una comarca que denominan “La Ribera” y que comprende un conjunto de pueblos entre Tamajón al oeste y Cogolludo al este.

Partiendo desde Madrid por Torrelaguna y siguiendo la angosta y revirada carretera que bordea el curso del Jarama, a lo largo de los pueblos de Tortuero y Valdesotos, llegamos hasta las inmediaciones del embalse de El Vado, en los límites con la Reserva de Caza de Sonsaz, sin más novedades que las que quepan en nuestro plan de ruta… La primera propuesta es la de descubrir el cisterciense, romántico y bucólico monasterio de Bonaval… a orillas de este río. 

Llegados a Retiendas, un andariego camino de apenas un par de kilómetros conduce hasta el viejo monasterio que entre la ruina de su abandono nos muestra la pureza de su estilo cisterciense, en un paraje que poco ha debido cambiar desde el siglo XII… Estilizados arcos apuntados, sencillos capiteles con motivos vegetales, arquivoltas con puntas de diamante…. y la gran ventana que como rosetón se alza por encima de la portada. Por una maltrecha escalera de caracol se puede subir a contemplar lo que queda de sus bóvedas, en lamentable ruina y el propio valle del Jarama, en el que a media hora de paseo se encuentra una hoz de paredes calcáreas entre bosques de chopos, robles y quejigos, ... quién sabe si uno de los lugares preferidos por estos monjes de San Bernardo que tanto gustaban disfrutar de la soledad y la naturaleza, manifestaciones ambas de la Gracia divina.

En un ambiente romántico y sugerente en donde encontrarían perfecto acomodo las leyendas de Bécquer, ya hace años se decía que si nadie tomaba cartas en el asunto, Bonaval sería pronto un triste recuerdo que contar a nuestros nietos…, pero el Monasterio aún se resiste a ser solamente objeto de la imaginación, quien sabe por cuánto tiempo más.

A principios del siglo XII, los reinos de España andaban tan sin atadero, que se salteaba a los monjes en los caminos y se les despojaba de sus hábitos… En los libros de historia está escrito que la simonía de los abades, los privilegios, las exenciones y la vida ancha de los monasterios justificaban las lindezas de asuso y aún más.

Fue en aquellos días de molicie y demasía cuando empezó a prender como yesca en toda la cristiandad la reforma cisterciense... La renovada orden benedictina rechazaría diezmos, señoríos y vasallos y el propio monje apacentaría sus ganados, trabajaría el campo alrededor de la abadía; Lejos de la ciudad, el monasterio yacía olvidado de todos y de todo en el bosque o el valle apartado.

Fue en aquellos días cuando se erigió el monasterio de Bonaval, una de las primeras fundaciones del Císter en tierra española. En 1164, Alfonso VIII, el de las Navas de Tolosa, rey de Castilla, permite a los cenobitas instalarse en un coto redondo a orillas del Jarama –a tiro de ballesta del caserío de Retiendas– para que habiten en él 'velut precarium'; es decir, de prestado. Años más tarde, se lo dona definitivamente y, muy contrariamente a los ascéticos principios de los monjes blancos –tal era la simbólica color de sus sayas–, Bonaval inaugura una historia pletórica de encomiendas y riquezas que no se interrumpirá hasta 1821, en que el gobierno liberal expropia convento y terrenos.

http://www.excursionesysenderismo.com/rutas/r_guadalajara/ruta_301_gu.htm 

Este zorzal pone una nota de vida y color en el paisaje de la reserva de caza de Sonsaz.

Del Jarama al Sorbe…, de Retiendas a Muriel, el excursionista deberá dirigirse por amena ruta por Tamajón, de cuyos méritos geológicos podrá hacerse una idea explorando los terrenos cretácicos en torno al pueblo abandonado de Sacedoncillo, en donde no le será difícil encontrar interesantes fósiles originados en los mares cretácicos …

Esbozo geológico:

Junto al pueblo de Retiendas encontramos materiales Primarios o Paleozoicos, con una serie estratigráfica que empieza con cuarcitas y pizarras ordovícicos, a las que siguen depósitos de estuario o delta de conglomerados, areniscas, lutitas y limolitas pérmicos. Mientras el Ordovícico es “azoico” o carente de fósiles, en la serie del Pérmico se encuentran niveles carbonosos con restos de helechos…

En Sacedoncillo las rocas son ya del Secundario o Mesozoico, en donde se pueden observar primeramente areniscas rojas del Triásico “Buntsandstein”. Por encima existe una ausencia de depósitos de unos 150 M años
, al no aparecer ni el resto del Trias ni el Jurásico, sino que se disponen arenas blancas (facies Utrillas) de edad Cretácico, en lo que se denomina una “paraconformidad”. A las Utrillas siguen sucesivos bancos de calizas con abundantes fósiles: ostreidos en la base, bivalvos y gasterópodos en el medio, y en la zona más elevada margas con ammonites, equínidos e incluso algún diente de pez.


Junto a Tamajón, la disolución del Cretácico ha generado un paisaje denominado kárstico, similar al de la Ciudad Encantada de Cuenca, en donde los bancos inferiores más fácilmente erosionables que los superiores, dan lugar a resaltes de estos últimos, con típicas formas, cuevas e incluso un arco. 

Camino de Muriel y del río Sorbe, de nuevo se encuentran materiales paleozoicos que si se presta atención, se podrá observar que se encuentra sucesivamente en contacto discordante con materiales mesozoicos, debido a la presencia de un importante cabalgamiento tectónico. 


Nos encontraremos con el segundo río de la jornada... 

El Sorbe cruza La Ribera con aguas abundantes que son recogidas por dos embalses sucesivos, el de Pozo de Los Ramos y el de Beleña. No es de extrañar que recorra sediento los últimos kilómetros, hasta desembocar en el Henares.

En torno a Muriel, el Sorbe…,el “río misterioso” pues tiene muchos kilómetros muy difíciles de acceder y de complicado andar, aún no fluye embalsado y lo hace encañonado, en agreste paisaje. 

Pocos cursos más salvajes se hallarán en todo el Sistema Central: un barranco angosto, cerrado por altos riscos que aprisionan a este loco de furiosas espumas, que corre entre sauces y chopos, flanqueados a su vez por masas casi impenetrables de encinas y junto a cuyo cauce podemos terminar el día, antes de emprender el regreso.

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