miércoles, 25 de noviembre de 2015

Introducción a la Geología de Madrid (Parte I)

UN ITINERARIO GEOLÓGICO DIDÁCTICO A LO LARGO DE LA N-1

A modo de introducción…
Discurriendo aproximadamente a lo largo de la carretera N-I y partiendo de la M-40, al norte de la ciudad de Madrid para terminar en el límite provincial, más allá del puerto de Somosierra, se puede reconocer una completa variedad de entornos litológicos y estratigráficos, desde buena parte de la secuencia de sedimentación terciaria y cuaternaria de la Cuenca del Tajo entre Guadalix y El Molar, las calizas mesozoicas desviándose cerca de El Molar hacia el este para pasar junto a Torrelaguna camino de El Berrueco, hasta las rocas cristalinas paleozoicas del Sistema Central entre Venturada, y Somosierra, o el batolito granítico de La Cabrera entre esta localidad y Valdemanco para volver a la N-1 en Lozoyuela o en Buitrago.

Grandes geólogos han estudiado durante décadas, los distintos aspectos científicos de cuanto tenemos la oportunidad de recorrer; algunos de ellos nuestros mentores universitarios de la Complutense madrileña, con quienes, ya hace muchas lluvias, salíamos de prácticas, por estos mismos parajes y afloramientos… Venga al caso ese famoso “pliegue Zaleski”, salvado por la decidida acción de, entre otros, nuestro maestro Paco Anguita, cuando desdoblaron la N-I.


Esta era parada obligada en primero de carrera, pero dudo que el ritmo actual de los tiempos y sobre todo de los coches y camiones, permita que ningún geólogo más se ilustre con ese magnífico pliegue acostado en las migmatitas de Venturada. A mí desde luego me resultó difícil llegarme hasta allí… aunque valió la pena. 

El zócalo hercínico…
Pero vayamos por orden: en su camino desde las alturas, allá en el dominio de las formaciones rocosas hercínicas, el recorrido nos permite reconocer granitos, gneises y migmatitas, micacitas, pizarras y esquistos, pegmatitas y pórfidos, cuarcitas, … una variedad de rocas que sin ser tan abrumadora, claro, como las que se podían contemplar en las “Ferias de la Piedra” de Ifema, sí incluye algunos tipos tan dignos de estar en ella, como los que allí se veían.. y para ejemplo, las granodioritas de El Berrueco, Valdemanco, Bustarviejo…                                                                                                         Foto 1: “Pliegue Zaleski”, Km 48 de la N-I.  
Migmatitas correspondientes al macizo de San Pedro (Venturada).

Los granitos y los gneises son genéricamente las rocas más abundantes a lo largo del recorrido, predominando estos últimos, junto a otras rocas metamórficas, en la mayor parte del itinerario, desde la divisoria en Somosierra, por el valle del Lozoya y el macizo de San Pedro, hasta que se alcanzan las áreas de sedimentación terciaria: ya en el entorno de El Molar y de Tres Cantos.
Foto 2:  Cantera de granodiorita “Granito Blanco Aurora”, en El Berrueco.

Gneises y rocas metamórficas
La extensa formación metamórfica que se desarrolla al norte y noroeste de la provincia madrileña está formada principalmente por gneises de distintas variedades estructurales, características de un metamorfismo regional profundo: gneises glandulares y migmatitas, los cuales han sufrido en mayor o menor grado procesos de granitización y deformación. Entre ambos tipos de gneises existen variedades intermedias que impiden el establecimiento de límites bien definidos. Frecuentemente, en los gneises glandulares destacan grandes fenoblastos de feldespato alcalino sobre el conjunto de la roca. Las migmatitas tienen por su parte textura embrechítica, caracterizada por la alternancia de capas claras cuarzo-feldespáticas y oscuras micáceas, o textura nebulítica, en la que la foliación y los porfiroblastos apenas tienen desarrollo.
Foto 3:  Gneis glandular, con fenocristales orientados de 
feldespato, englobados por la foliación. Navalafuente.

Algunos ejemplos muy vistosos de gneises glandulares hemos podido observar junto a Navalafuente, o en la carretera de Torrelaguna a La Cabrera, mientras que el más paradigmático ejemplo de migmatitas se encuentra en el ya mencionado “Pliegue Zaleski”, en Venturada. Otros tipos rocosos minoritarios de gneises aplíticos y granitoides se encuentran intercalados entre los anteriores.

A lo largo de la carretera de El Berrueco a Torrelaguna es posible observar una  interesante secuencia en la que, pasados granitos y gneises, se encuentra una potente formación ordovícica muy verticalizada de pizarras bien foliadas y cuarcitas, estas últimas encontradas también en la zona de El Vellón, la cual representa una antigua serie marina de sedimentación pelítica en la que se intercalaron episodios de sedimentación detrítica. Ya en la bajada a la segunda población, se encuentra el contacto con el Cretácico.

El paisaje dominante en la zona de afloramiento del zócalo paleozoico emana de su condición de espacio montañoso, en cuyos suelos y favorecidos por la climatología se asientan bosques frondosos que esconden rincones de bucólica belleza. Al tiempo, la mano del hombre ha generado entornos urbanos tradicionales entre los que destaca Buitrago del Lozoya, cuyas murallas y castillo medievales están construidos con los gneises sobre los que se asienta. 
Foto 4: Buitrago, junto al río Lozoya. Arquitectura tradicional de mampostería con los gneises locales.

Plutones graníticos
Los granitos por su parte están principalmente vinculados al Plutón de la Cabrera, el cual constituye, por su mayor dureza, una isla que sobresale entre los materiales metamórficos que lo circundan y con los que se encuentra en contacto discordante. Al apelativo general de granitos le corresponden en realidad una variedad de rocas entre las que se encuentran granodioritas, adamellitas, granitos calcoalcalinos y aplitas, cuyos tránsitos progresivos impiden, al igual que ocurre con los distintos tipos de gneises, distinguirlos sobre el terreno.

Foto 5:  Paisaje de berrocal y piedras caballeras en el plutón de La Cabrera.

La génesis del magma granítico es cortical superficial, mediante procesos de anatexia, y su emplazamiento es contemporáneo con el metamorfismo regional de grado medio que experimentaron las rocas sedimentarias encajantes, sometidas al mismo tiempo a un proceso de granitización sobreimpuesto y también regional que modificó el grado del metamorfismo. Todo esto en un periodo comprendido entre hace 310 y 270 M. de años. 

Desde lejos, la airosa silueta de la sierra de La Cabrera, aserrada contra el cielo, refleja la dureza de las rocas graníticas que impide otra erosión que no sea a favor de las fracturas y diaclasas, y que de cerca se traduce en sus canchos y berrocales y piedras caballeras, algunas en milagroso equilibrio, entre los que no es difícil encontrar cristales hexagonales de cuarzo provenientes de los diques que intruyen en el macizo.

Foto 6:  Valdemanco, tradicional cuna de canteros, al pie de la sierra de La Cabrera y del pico Mondalindo.

La escasa generación de suelos en el granito apenas da cobijo a una vegetación de pequeñas encinas y enebros, y jarales frecuentemente aferrados a las grietas húmedas de la roca, en la más abrupta ladera sur, mientras que en las navas y hondonadas de la ladera norte crecen algunos pinares. Más allá de la propia sierra, el batolito granítico sustenta robledales y fresnedas, ya en el entorno de El Berrueco y Siete Iglesias.

Foto 7:  Como Buitrago es al gneis, El Berrueco es al granito. Al fondo, el pantano de El Atazar.

1 comentario:

  1. ¡Muy bonitas las foto amigo Ignacio!... Invitan a coger el petate e irse de caminata ;-)

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