jueves, 29 de octubre de 2015

Los Gigantes

El protagonismo de los acantilados es absoluto en el paisaje de Los Gigantes, configurando  un conjunto en el que las formas menores, roques, arcos y otros caprichos  erosivos pierden su relevancia.  
En tiempos de los Guanches, los acantilados de Los Gigantes  constituían una pared infranqueable conocida como la «Muralla del Infierno», solamente interrumpida por algunos barrancos difícilmente accesibles, los cuales recorrían los naturales con su ganado, desde las cimas hasta la orilla del mar, a través de intrincados caminos …
Los pequeños pueblos situados sobre el acantilado, 650 metros por encima del océano y abrigados de los vientos alisios por las partes más altas del macizo de Teno, permanecían aislados…, hasta que a principios de los años setenta del pasado siglo se abrieron carreteras que los comunican y que los han convertido en el tercer enclave natural más visitado de Tenerife, después del Teide y del barranco del Infierno, en la costa de Adeje. 
Los acantilados de los Gigantes constituyen un paisaje geológico volcánico situado en la costa oeste de la isla de Tenerife (Canarias, España), caracterizado por paredes verticales que caen sobre el océano desde alturas que oscilan entre los 300 y más de 600 metros. Por debajo del nivel del mar estos acantilados no se continúan y los fondos marinos apenas profundizan 30 metros, con una riqueza natural que atrae a numerosos submarinistas y pescadores.
Cerrado contra los acantilados, el paisaje se focaliza por un lado hacia los materiales que conforman sus inmensas paredes, correspondientes monótonamente a
un apilamiento de coladas basálticas de diferentes espesores, con intercalaciones de escorias, atravesadas por una notable red de diques basálticos, pertenecientes a la Serie Antigua de materiales que conforman la geología de Tenerife. La fuerza de las estructuras geomorfológicas relega a la vegetación a un papel solamente complementario, en el que se destacan las siluetas de las palmeras o las agrupaciones de cañaverales.
Por el otro lado se extiende el paisaje abierto hacia el océano, en donde el azul del mar y el cielo, solo lo interrumpe el vuelo de las pardelas y gaviotas. 
La costa al pie, ahora como antes, es visitada en embarcaciones de recreo que permiten poner pie en pequeñas ensenadas o playas de arena y grava, en la desembocadura de los barrancos de El Carrizal, Juan López, Masca o Barranco Seco, cuya fisonomía hace complicado acceder desde los pueblos. Algunas de estas embarcaciones tienen por objeto la observación de cetáceos, siendo este junto al Estrecho, sin duda los mejores sitios de Europa para esta práctica… ambos en España. 

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