El protagonismo de los
acantilados es absoluto en el paisaje de Los
Gigantes, configurando un conjunto
en el que las formas menores, roques, arcos y otros caprichos erosivos pierden su relevancia.
En tiempos de los Guanches, los
acantilados de Los Gigantes constituían una pared infranqueable
conocida como la «Muralla del
Infierno», solamente interrumpida por algunos barrancos difícilmente
accesibles, los cuales recorrían los naturales con su ganado, desde las cimas
hasta la orilla del mar, a través de intrincados caminos …
Los pequeños pueblos situados
sobre el acantilado, 650 metros por encima del océano y abrigados de los
vientos alisios por las partes más altas del macizo de Teno, permanecían
aislados…, hasta que a principios de los años setenta del pasado siglo se
abrieron carreteras que los comunican y que los han convertido en el tercer
enclave natural más visitado de Tenerife, después del Teide y del barranco del
Infierno, en la costa de Adeje.
Los acantilados de los Gigantes constituyen un paisaje geológico
volcánico situado en la costa oeste de la isla de Tenerife (Canarias, España),
caracterizado por paredes verticales que caen sobre el océano desde
alturas que oscilan entre los 300 y más de 600 metros. Por debajo del nivel del
mar estos acantilados no se continúan y los fondos marinos apenas profundizan
30 metros, con una riqueza natural que atrae a numerosos submarinistas y pescadores.
Cerrado contra los acantilados, el paisaje se focaliza por un lado hacia los materiales que conforman sus inmensas paredes, correspondientes monótonamente a
un apilamiento
de coladas basálticas de diferentes espesores, con intercalaciones de escorias,
atravesadas por una notable red de diques basálticos, pertenecientes a la Serie
Antigua de materiales que conforman la geología de Tenerife. La
fuerza de las estructuras geomorfológicas relega a la vegetación a un papel
solamente complementario, en el que se destacan las siluetas de las palmeras o
las agrupaciones de cañaverales.
Por el otro
lado se extiende el paisaje abierto hacia el océano, en donde el azul del mar y el cielo, solo lo interrumpe el vuelo de las pardelas y gaviotas.
La costa al pie, ahora como
antes, es visitada en embarcaciones de recreo que permiten poner pie en
pequeñas ensenadas o playas de arena y grava, en la desembocadura de los
barrancos de El Carrizal, Juan López, Masca o Barranco Seco, cuya fisonomía
hace complicado acceder desde los pueblos. Algunas de estas embarcaciones
tienen por objeto la observación de cetáceos, siendo este junto al Estrecho,
sin duda los mejores sitios de Europa para esta práctica… ambos en España.