jueves, 17 de marzo de 2016

La Cascada del Hornillo



Este año, con un invierno tan cálido, tan suave y tan seco que apenas hemos tenido ocasión de disfrutar de las nieves, bien sea de sus vistas o de pisarla, no se podían desaprovechar las casi únicas nevadas, finalizando febrero y… a pesar de una copiosa ventisca, salí a recorrer el primer lugar que me viniera a la mente… cercano, fácilmente accesible, de breve recorrido y de intensa escena.

Y cual podía ser ese lugar… pues la Cascada del Hornillo, en Santa María de la Alameda… 


Cumple con todos los requisitos: está cerca, un poco más allá de El Escorial, se llega bien por carretera, apenas hay que andar un kilómetro por una pista suave… y la escena es pequeña pero intensa… como un sorbo de buen vino, como una bocana de perfume.

De hecho, no sé lo que estaría otra gente pensando, pero a pesar del frío y la cellisca que invitaba más a quedarse en casa o como mucho a ir al cine, el pequeño aparcamiento junto al puente de La Aceña estaba atestado… Yo desde luego lo tenía claro y la alternativa a un día de pereza era un buen paseo, aperitivo en Zarzalejo y tarde de chimenea… 

La fuente de agua clara y desde luego fría surte un grueso caño que no me parece que sea el mejor día para aprovechar…


El humilde arroyo del Hornillo entrega en este lugar sus aguas al río de la Aceña, que viene de Peguerinos. A su lado, una pista forestal discurre monte arriba entre pinos silvestres. Sobre la pista, sobre los pinos y sobre las rocas del arroyo, la nieve ha cuajado y cubre el paisaje con un manto ligero y algodonoso, de contornos redondeados y tacto suave. Una nieve efímera que apenas podrá perdurar. 

Sigo esta pista, un escaso cuarto de hora hasta que, cruzando el arroyo por un puente continúo aguas arriba por la orilla opuesta del arroyo, siguiendo un sendero que, tomando algo de altura, en otro breve cuarto de hora alcanza el salto.


La cascada del Hornillo no es, sencillamente, nada extraordinario, con sus diez escasos metros de altura y habitualmente con un exiguo caudal que más que saltar, se escurre por una lancha de roca gnéisica casi vertical. 

Y sin embargo, en tan modesto paraje, el pequeño arroyo ha creado un paisaje intenso… una pequeña pieza de orfebrería, una luminosa cola de caballo que se despeña hasta una pequeña poza, y vuelve a caer en saltos más pequeños, menos verticales que terminan en otra poza.




Las lluvias y la nieve que ya se ha fundido, han aumentado este caudal y el agua que brinca de poza en poza alcanza el salto, en donde, como un collar de perlas se precipita en breve cascada sobre un pecho curvo de roca.



Al puente de la Aceña, inicio no ya de la excursión sino del paseo, se llega por la carretera de El Escorial a Ávila (M-505) pasado el puerto de la Cruz Verde y el alto de la Paradilla, en donde se ha de tomar la desviación a Robledondo. Cuatro kilómetros más adelante y antes de emprender la subida a Sta. María o Peguerinos, se encuentra el puente y a su lado un cómodo aparcamiento.



Si la subida hasta la cascada no es suficiente, se puede proseguir arroyo arriba, tampoco gran cosa, porque este apenas alcanza cinco kilómetros de longitud. 

Llegaremos por entre pinos y roquedos hasta unas praderías y a un collado, que hacia la izquierda nos permiten regresar por empinada bajada al amplio y pelado valle del río de La Aceña. 

Tras alcanzar una antigua nave ganadera, alcanzaremos de nuevo el puente de La Aceña siguiendo una cómoda pista y completando un recorrido circular de unas dos horas de duración.


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