lunes, 27 de julio de 2015

El Nacedero de Urederra…


Un mundo hecho para los sentidos
Un anfiteatro de roca caliza… un laberinto de disoluciones y una abundante infiltración de agua de lluvia dan lugar a un paraje singular, único… y fascinante: El Nacedero del Urederra, o "río bello" en lengua vasca.

Un rincón hasta no hace mucho secreto, remoto y misterioso, en donde se mezcla la penumbra de su cerrado bosque de hayas y el claroscuro de los árboles de ribera, con la luminosa irradiación turquesa de las pozas cristalinas.



Mundos paralelos en donde convive la impetuosidad del arroyo tumultuoso, con la paz y el sosiego de la arboleda circundante…, en donde las libélulas se afanan en sus vuelos nerviosos sobre el agua mientras los pájaros, invisibles, solo se dejan presentir por sus cantos continuados.     
En definitiva, luces y colores que relajan la vista, olores a boj y a mentas que estimulan el olfato, frescores y tibieces que hacen percibir la vida... y rumores, silbidos y silencios variados…

Geología
La fisionomía y la dinámica del enclave natural del Urederra se fundamentan en el carácter kárstico de la elevada mesa calcárea de la sierra de Urbasa, con sus dolinas y uvalas exteriores y sus cuevas y sumideros en el interior, todo ello originado por el agua de la lluvia que, copiosa, disolviendo la roca caliza cretácia, se infiltra a través de simas y galerías para brotar al exterior cuando encuentra las margas triásicas impermeables y subyacentes.
De hecho, más allá del nacedero del Urederra y los manantiales de Riezu y Arteta, en la sierra de Urbasa apenas se encuentra agua en superficie…


Vida en el hayedo
Los hayedos ocupan la mayor parte de la superficie arbolada del Parque Natural de la Sierra de Urbasa y junto a esta especie dominante crece un cortejo de arces, tilos, tejos acebos y fresnos.
Arbustos como el espino albar, el espino navarro y los rosales silvestres son escasos bajo el hayedo, apareciendo frecuentemente en los lindes del bosque, mientras en el estrato herbáceo proliferan orquídeas, eléboros, narcisos y anémonas.


En los pocos arroyos y fuentes en los hayedos habitan interesantes especies de anfibios como el tritón palmeado y la rana bermeja, así como una rica y variada avifauna caracterizada por especies forestales como pinzones, carboneros, herrerillos, carpinteros y zorzales, así como rapaces diurnas y nocturnas: azores, ratoneros y el misterioso cárabo.  Con estas especies conviven ardillas y lirones, así como algunos pequeños carnívoros como el zorro, el tejón, la marta y el gato montés.


En los rasos de pasto, los hayedos dejan lugar a extensas formaciones mixtas de prados salpicados de espinares y enebrales. En el conjunto del Parque de Urbasa y Andia estos ocupan casi la mitad de la superficie, con desigual presencia. En la Sierra de Andia casi la totalidad del territorio se encuentra ocupado por pastos, no siendo así en Urbasa en donde  la superficie forestal arbolada es predominante.

En los pastos y brezales de los rasos se pueden observar especies de aves como alondras, acentores, collabas, tarabillas y pardillos, mientras que en las zonas que muestran afloramientos rocosos son abundantes los bisbitas y colirrojos. En estos rasos también son numerosos los mamíferos como erizos, topos y liebres.
Recientemente se ha detectado en el Parque Natural la presencia del Quebrantahuesos, especie catalogada como en peligro de extinción a nivel nacional

Mención aparte merecen los quirópteros (murciélagos). Se han detectado en el Parque Natural siete especies, de las cuales cinco están incluidas en el Catálogo de Especies Amenazadas y no se descarta la presencia de más especies de este grupo.


El inapreciable conjunto de sus valores condujo al Gobierno de Navarra a la declaración de las Sierras de Urbasa y Andía como Parque Natural en el año 1997, en aras a garantizar su conservación y la continuidad del espacio natural. 
Al nacedero de Urederra o lo que es lo mismo, a la Sierra de Urbasa, se accede desde Estella o desde Alsasua. En ambos casos hay que alcanzar la localidad navarra de Baquedano desde donde la visita se realiza a pie, en un paseo de voluntaria duración, pero en general de unas dos a tres horas. Debe tenerse presente que, como ocurre con tantos sitios que se han popularizado, se ha restringido el número de visitantes diarios y si bien el cupo solamente se cubre algunos fines de semana de temporada alta, conviene o bien madrugar o bien reservar con antelación.

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