Este zorro presenta un denso y lustroso pelaje de invierno. No en vano lo necesita para, enroscado en su encame, al abrigo de un arbusto o en una pequeña covacha, hacer frente a las ventiscas y bajas temperaturas que ha debido soportar estos últimos días.
Las nevadas invernales le impiden el acceso a sus presas más habituales: ratones, lirones y otros roedores que duermen, plácidamente escondidas en lo más profundo de grietas en las rocas, o entre acúmulos de hojarasca y palos o entre montones de piedras o de leña.
Desafiando a la nevada y acuciado por el hambre, el zorro ha salido a rastrear en su territorio, con una tarde gélida, gris-azulada, entre brumas que a su vez lo protegen tanto del hombre como de otros predadores más poderosos.
Podría encontrar bocado en el infortunio de algún otro animal, menos resistente y que haya perecido helado…
Volverá a su encame y
lejos de ojos indiscretos, comerá con devoción y dormirá caliente,… soñando con
días mejores…
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