sábado, 6 de febrero de 2016

Image of Las Médulas


"World Cultural Landscape," a certainly curious title, but nothing against the truth of a unique place in the world, where not from immemorial time, but as old as Roman times, the lands have been carved, first with men effort and ambition driven iron chisel, with water wisely brought from remote locations and with the commitment of a people perhaps ahead of their time, but then left to the slow but inexorable action of rain, wind and the roots of trees and ivy.

A symbiosis between the historic work of a civilization and the forces of nature tamed at their service, or left to their own action… all of which has earned for "Las Médulas" a place to be known worldwide. So famous that I will not get into descriptions in this post of the "life and whereabouts" of the creation of this landscape, its abandonment and its evolution over more than twenty centuries.


I will not however resist, popular as they may be, to show the magic of a clear winter light late afternoon view of Las Médulas, through crystal and transparent atmosphere… Just one of those winter breeze evenings where the relief seems closer and the low sun shadows increase its contrasts... light strokes, shadow strokes, barely no nuances. The orange color of the gold-bearing land is further intensified by the evening light tone... copper, vinous, whatever...



“Paisaje Cultural de la Humanidad”, un título curioso y desde luego rimbombante, pero que en nada atenta a la verdad de un lugar único a nivel mundial, en donde desde tiempos no inmemoriales pero sí tan antiguos como la época de los romanos, las tierras han sido talladas primero al cincel del hierro manejado por el esfuerzo y la ambición de los hombres, del agua traída con ingenio desde lugares remotos y del empeño de unas gentes quizás adelantadas a su tiempo, pero después dejadas a la más lenta pero inexorable acción de la lluvia, del viento y del arraigo de los árboles y de las hiedras.

Una simbiosis entre la labor histórica de una civilización y las fuerzas de la naturaleza domesticadas a su servicio, o dejadas a su libre acción y que han valido para que “Las Médulas” sean un lugar mundialmente conocido. Tan célebre que no voy a entrar a describir la “vida y milagros” de la creación de este paisaje, de su abandono y de su evolución a lo largo de más de veinte siglos.

No voy sin embargo, por muy popular que sean, a resistirme a mostrar la magia de Las Médulas, en una tarde de luz clara de invierno, diáfana y cristalina, transparente como solo lo son esas tardes de brisa invernal en las que el relieve parece acercarse y las sombras del sol bajo aumentan el contraste de los relieves… trazos de luz, trazos de penumbra, sin apenas matices. El color anaranjado de la tierra aurífera se intensifica además con la luz de la tarde… con su tono encendido, cobrizo, vinoso, qué se yo…



Una imagen primera del conjunto, del titánico esfuerzo movilizador de millones de toneladas de tierras que fueron sacadas a golpe de piqueta y arrastradas por el agua, del “ruina montium”…, para dar a parar en el dique de Carucedo y a embalsar el río… Quién sabe cuántos miles de personas acarreándola durante siglos, generación tras generación, para arrancarle el oro que demandaba Roma.




Y de Orellán a Las Médulas, a un paseo en el interior del relieve, de sobrevolarlo a estar a los pies de las paredes, de los picachos y los cortados, por senderos entre los castaños centenarios y sin compañía…, que en una tarde invernal y con la casi totalidad de los negocios del pueblo cerrados, no es probable sino encontrarse aquí solo consigo mismo, con el silencio y con un sosiego absoluto, avanzando entre la maleza de la existencia sin roce ni rasguño...

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