Presentamos en este post una nueva ruta por tierras de Madrid…
No es la primera y no será la última... razones hay y razones tengo.
La ubicación geográfica de la Región de Madrid, ocupando el centro de la península ibérica, no sólo ha influido en el devenir de su historia sino también en su diversidad ecológica al abarcar en una zona no muy amplia una rica variedad de ecosistemas.
Ruta al Cerro de La Marmota
El paraje que describimos, situado en el término municipal de Colmenar Viejo se encuentra al pie de la Sierra de Guadarrama y a pocos kilómetros de Madrid, en un enclave de gran valor paisajístico, dentro del Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares.
Mirador privilegiado, el Cerro de La Marmota es el destino de esta jornada. Un modesto destino si nos atenemos a su escasa altitud (791m) y a su fácilmente accesible posición, pero una destacada atalaya, sobre el Monte de El Pardo a su pie, desde el que podemos observar la inestimable riqueza de este paraje natural.
Desde el pico de la Marmota, mirador natural inmejorable, podemos escuchar desde el cercano Monte del Pardo los bramidos del ciervo en la berrea otoñal, o podemos también observar a las aves más preciadas del monte mediterráneo, pasando cerca volando a vela, o posadas en las orillas del embalse del Pardo.
¿El porqué de esta destacada atalaya…?
Al norte de una línea que atraviese de noreste a suroeste el término municipal de Colmenar Viejo, encontramos las rocas de la sierra, granitos y gneises plutónicos y metamórficos, mientras al sur encontramos sedimentos terciarios formados por la erosión de estas rocas. Aunque podamos calificar esta línea de imaginaria, no es menos cierto que responde a una falla cabalgante que limita el bloque de la Sierra, levantándolo sobre la fosa del Tajo…
«… el granito, completamente milonitizado y cabalgando algo sobre los aluviones miocenos... Este fenómeno no es un hecho aislado, pues lo he podido observar en varios puntos, tales como la cuesta de Galapagar..., y en El Pardo, al pie del cerro de la Marmota”… (Royo y Gómez 1934)…
Desde el polígono al sur de Colmenar arranca el camino de la Marmota, una vía pecuaria que discurre junto a prados desarbolados y que una vez acabada la zona urbana y el asfalto, resulta agradable en primavera y otoño, aunque larga de caminar. El camino discurre entre pequeñas colinas donde se alternan los pastos con ganado y pequeñas masas de arbustos. Es sin embargo innecesario el andarlo si lo que queremos es acercarnos de manera más directa al cerro, puesto que podemos recorrerlo en coche.
El camino cruza bajo un antiguo canal procedente de una central eléctrica situada en la cola del embalse del Pardo. Llegados a una precaria explotación ganadera, el camino de tierra por el que venimos se estrecha e inicia el descenso hacia el valle del Manzanares. La vegetación de las laderas, ahora más abruptas, cambia a un matorral, en el que predominan los enebros y las encinas, a los que acompañan jaras y plantas aromáticas como el romero, el cantueso, y la mejorana.
Unos 500 metros después de esta finca con ovejas, el camino se bifurca. Debemos coger por la izquierda, en sentido ascendente, ya que por la derecha, en descenso, nos llegaríamos hasta el puente dieciochesco de la Marmota, sobre el río Manzanares. El trecho que vamos a recorrer hasta el final del tramo es de singular belleza por la presencia de un tupido enebral. Ya hemos llegado a La Marmota. En su cima vemos una caseta de piedra que formaba parte de las instalaciones de la antigua central eléctrica de la Marmota, ubicada junto al cauce de río Manzanares y hoy en día abandonada.
La edificación, grande y con amplias aberturas, otrora ventanales, se abre a un paisaje impresionante, con el embalse del Pardo en primera instancia y Madrid al fondo. El límite del Monte del Pardo dibujado por una densa dehesa de encinas que aún se encuentra en su estado casi original se asemeja a una llanura africana, por la que se ve deambular una abundante población de ungulados y piaras de jabalís. Faltan claro está los grandes depredadores.
Sin duda merece la pena pararse a disfrutar de estas vistas en un sitio apacible y sin embargo tan cercano a la gran y ruidosa urbe. Desde aquí es posible escuchar la berrea de los ciervos o la ronca de los gamos en la época de celo ( septiembre-octubre), en la que el ciervo macho haciendo gala de su gran cornamenta ramificada y lanzando al aire sus berridos, intenta ganarse los favores de las hembras. Sin ser necesaria mucha suerte, podemos divisar alguno de estos vistosos animales cuando se acercan a las márgenes del embalse a abrevar.
También es un buen lugar para, prismáticos en mano, observar el vuelo del águila imperial, una de nuestras aves más amenazadas, la cual nidifica en las copas de las encinas del vecino Monte del Pardo. Junto a ellas sobrevuelan la zona aves carroñeras como los buitres leonado y negro.
En las orillas del embalse es también frecuente observar a las escasas cigüeñas negras, en sus concentraciones premigratorias, hacia el mes de septiembre. Grullas, garzas y a veces incluso aves más singulares como los flamencos o las espátulas pueden ocasionalmente parar en sus aguas.
En lo que se refiere a la avifauna, también podemos encontrar en nuestro paseo una gran variedad de pequeños pájaros, desde los más fáciles de observar petirrojos, carboneros o pinzones, hasta ruiseñores, currucas o colirrojos, todos los cuales nos deleitarán con sus alegres trinos.
El camino cruza bajo un antiguo canal procedente de una central eléctrica situada en la cola del embalse del Pardo. Llegados a una precaria explotación ganadera, el camino de tierra por el que venimos se estrecha e inicia el descenso hacia el valle del Manzanares. La vegetación de las laderas, ahora más abruptas, cambia a un matorral, en el que predominan los enebros y las encinas, a los que acompañan jaras y plantas aromáticas como el romero, el cantueso, y la mejorana.
Unos 500 metros después de esta finca con ovejas, el camino se bifurca. Debemos coger por la izquierda, en sentido ascendente, ya que por la derecha, en descenso, nos llegaríamos hasta el puente dieciochesco de la Marmota, sobre el río Manzanares. El trecho que vamos a recorrer hasta el final del tramo es de singular belleza por la presencia de un tupido enebral. Ya hemos llegado a La Marmota. En su cima vemos una caseta de piedra que formaba parte de las instalaciones de la antigua central eléctrica de la Marmota, ubicada junto al cauce de río Manzanares y hoy en día abandonada.
El "Observatorio" de La Marmota
La edificación, grande y con amplias aberturas, otrora ventanales, se abre a un paisaje impresionante, con el embalse del Pardo en primera instancia y Madrid al fondo. El límite del Monte del Pardo dibujado por una densa dehesa de encinas que aún se encuentra en su estado casi original se asemeja a una llanura africana, por la que se ve deambular una abundante población de ungulados y piaras de jabalís. Faltan claro está los grandes depredadores.
Sin duda merece la pena pararse a disfrutar de estas vistas en un sitio apacible y sin embargo tan cercano a la gran y ruidosa urbe. Desde aquí es posible escuchar la berrea de los ciervos o la ronca de los gamos en la época de celo ( septiembre-octubre), en la que el ciervo macho haciendo gala de su gran cornamenta ramificada y lanzando al aire sus berridos, intenta ganarse los favores de las hembras. Sin ser necesaria mucha suerte, podemos divisar alguno de estos vistosos animales cuando se acercan a las márgenes del embalse a abrevar.
También es un buen lugar para, prismáticos en mano, observar el vuelo del águila imperial, una de nuestras aves más amenazadas, la cual nidifica en las copas de las encinas del vecino Monte del Pardo. Junto a ellas sobrevuelan la zona aves carroñeras como los buitres leonado y negro.
En las orillas del embalse es también frecuente observar a las escasas cigüeñas negras, en sus concentraciones premigratorias, hacia el mes de septiembre. Grullas, garzas y a veces incluso aves más singulares como los flamencos o las espátulas pueden ocasionalmente parar en sus aguas.
En lo que se refiere a la avifauna, también podemos encontrar en nuestro paseo una gran variedad de pequeños pájaros, desde los más fáciles de observar petirrojos, carboneros o pinzones, hasta ruiseñores, currucas o colirrojos, todos los cuales nos deleitarán con sus alegres trinos.
El Monte de El Pardo
El Monte de El Pardo con una superficie de 15.351 Ha, es una magnífica muestra del encinar carpetano, con bosques adehesados de encina, alcornoques dispersos y enebros de la miera. No se encuentra dentro del PRCAM, aunque colinda con él y está gestionado por Patrimonio Nacional.
Está prohibida la visita a la mayor parte de su territorio, razón por la que aunque su vegetación está bastante degradada debido a una pésima gestión de la población de ungulados, entre su fauna se han conseguido mantener especies sensibles a la presencia humana.
Así, entre las aves, destaca fundamentalmente el águila imperial, cuya población en la CAM es artificiosamente notable. Por desgracia, otras especies de aves como el buitre negro o la cigüeña negra aunque se dejan ver, ya no crían en el Pardo.
Tampoco se mantiene ninguna población de lobo ni lo que es más penoso de lince, el felino más amenazado del mundo y cúspide del hábitat representado en el Monte mediterráneo de El Pardo. Es lamentable que la región más rica de España no haya considerado la reintroducción de esta joya, como hacen otros territorios peninsulares de España y Portugal, con peor que mejor fortuna.
Está prohibida la visita a la mayor parte de su territorio, razón por la que aunque su vegetación está bastante degradada debido a una pésima gestión de la población de ungulados, entre su fauna se han conseguido mantener especies sensibles a la presencia humana.
Así, entre las aves, destaca fundamentalmente el águila imperial, cuya población en la CAM es artificiosamente notable. Por desgracia, otras especies de aves como el buitre negro o la cigüeña negra aunque se dejan ver, ya no crían en el Pardo.
Tampoco se mantiene ninguna población de lobo ni lo que es más penoso de lince, el felino más amenazado del mundo y cúspide del hábitat representado en el Monte mediterráneo de El Pardo. Es lamentable que la región más rica de España no haya considerado la reintroducción de esta joya, como hacen otros territorios peninsulares de España y Portugal, con peor que mejor fortuna.
Muy interesante. Lástima la mala gestión El Monte del Pardo. Estamos perdiendo una gran oportunidad de sacar adelante el lince en un habitat perfecto.
ResponderEliminarpues ya que hay una zona reservada espero que se recupere, me gustaria ver lo demás.
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